La neutralidad de las instituciones en la refriega política es tu derecho, querido lector. Eso dice el sentido común y eso dictan hasta algunas leyes, como la Ley 12/2018, de 24 de mayo de la Generalitat Valenciana, “de publicidad institucional para el interés ciudadano y la concepción colectiva de las infraestructuras públicas” (no, aún no tenemos una ley para acortar los títulos de las leyes). En ese texto, se dice que su objetivo es “garantizar que la gestión comunicativa pública de la implantación de nuevos servicios o la puesta en marcha de nuevas infraestructuras públicas no esté al servicio de intereses personales o partidistas”. ¿Y por qué tienes la sensación de que no se cumple? Pues porque muchas veces, sencillamente, no es una sensación tuya sino una realidad.
Los gabinetes de prensa de las instituciones están compuestos por profesionales perfectamente formados, perfectamente solventes… y perfectamente nombrados como cargos de confianza por quien gana en las urnas. Esa es una realidad incontestable para cualquier observador imparcial. Y ese solo hecho ya introduce en la categoría Carta a los Reyes Magos -viva la literatura de ficción- cualquier pretensión de apartidismo. No obstante, hay razones más que sobradas para escribir dicha carta y para remitirla -vale, con más fatalismo que esperanza- a todos los partidos políticos que ostentan poder, ya sea este municipal, autonómico o estatal. Y una buena razón es el inicio de cualquier legislatura, como es el caso (aunque a nivel estatal no sepas si estás al inicio o al final). Otras razones pueden parecer fruslerías a los ojos de cualquier aparatchik de un partido, pero en AhPues! somos un poco ilusos y creemos en SSMM Melchor, Gaspar y Baltasar más que en cualquier otra Monarquía, por más parlamentaria que se precie de ser. Así que allá vamos. ¿Por qué necesitamos una comunicación institucional no partidista?
- Pues en primer lugar -y no se rían- por la propia credibilidad de la institución. El color político no indica otra cosa que la voluntad de los ciudadanos en un momento concreto; el archifamoso mandato de las urnas que unge con la púrpura del poder a unas personas a las que se presupone cierta capacidad y buena voluntad, pero que siguen siendo falibles y víctimas de las mismas debilidades humanas que el común de los mortales. Entre ellas, la vanidad, y conforme se acercan las elecciones, el deseo de repetir en la poltrona. Si la comunicación de la institución prioriza lo provisional -el interés partidista- sobre lo inmutable -la institución-, la primera víctima es la verdad y la segunda, la credibilidad de la institución, que debe representar siempre aquello que une a los ciudadanos y no lo que los pueda separar. Ejemplos tenemos a patadas.
- En segundo lugar, pero estrechamente relacionado con el primer punto, necesitamos una comunicación neutral para preservar la confianza de los ciudadanos en sus autoridades al margen de sus colores políticos. En una democracia que está constantemente autolegitimándose a través del ejercicio del poder ejercido con fuertes contrapesos y controles administrativos, la confianza del pueblo es esencial. Y hablamos de la confianza de todo el pueblo. Es decir, que la administración debe aspirar a representar en todo momento a todos los ciudadanos, más allá de que las políticas -obviamente- presenten las orientaciones y matices decididas por la mayoría a la que los votantes han otorgado el poder.
- Finalmente, last but not least, por un motivo mucho más práctico: hay que priorizar el servicio público sobre la propaganda. ¿Quién no ha visto el Instagram o el Twitter de su Ayuntamiento repleto de fotografías del alcalde besando niños, abrazando a adultos y cortando cintas inaugurales? Esa tendencia da como resultado algo tan artificial -si lo pensamos fríamente- como los aplausos interminables del Congreso, cuando los grupos políticos parecen competir entre sí por la duración de las ovaciones, como si eso puntuara o diera votos extra. Los canales de comunicación oficial deben ofrecer información útil y poner el foco en aquellos detalles realmente prácticos para los ciudadanos: cuándo van a cortar mi calle, qué días puedo sacar enseres a la calle para que se los lleven al ecoparque o cuáles son los datos de contacto de los servicios municipales.
En fin, que nos da por pensar que quizá -sólo quizá- habría que pensar en una profesionalización de la comunicación de las administraciones que evitara estos usos y costumbres tan enraizados en nuestras instituciones. Preservar lo que es de todos para que nadie pueda tener la tentación de sacarle partido para unos pocos. Porque al final, recuérdalo querid@ lector/a, quien paga manda. Y ese/a eres tú, votes a quien votes.