Para empezar, a ver si nos aclaramos: si no te gustan las listas, ¿por qué narices has entrado a leer esta entrada? Nosotros tenemos delito, vale, hemos caído en la tentación del clickbait. No tenemos excusa ni justificación más allá de eso, pero mira, a lo tonto ya llevamos medio párrafo. Pero ¿y tú? Crees que debe haber motivos -¡por lo menos cinco!- para no publicar posts con listas… y entras en el primer señuelo que te colocan. Un poco de coherencia, amigo/a.
Por definirlas con un poco de objetividad, digamos que en la red, las listas son el purgatorio. Nos hicieron creer en ellas pero ya ni el Vaticano defiende su vigencia. Nos atrapan porque todos, hasta los más empecinados realistas, seguimos teniendo un/a utópico/a dentro. Creemos que es posible un mundo mejor, en el que te lees una lista y se abre la puerta de las soluciones para dar carpetazo a tus problemas.
Tanto si son de atractivos turísticos de la Patagonia como de motivos para divorciarte a los 43 años, las listas pretenden ordenar el caos, como si tal cosa fuese posible. Haz la prueba, y verás que después de leer una lista cualquiera, te encontrarás con el mismo caos en tu cabeza, sólo que convertido en un puñetero listado. Algunos de los puntos no te sirven y otros apenas son de sutura mental: te valen para convencerte de lo que ya sabías. Mira, a nuestra mente le chiflan las listas, pero es que nuestra mente, tu mente, está equivocada. Es comodona -como tú o más- y apenas aspira a que se lo pongan fácil, aunque en el fondo le engañen.
Así que ya sabes: si quieres triunfar en 2020, seguramente no es mala idea seguir haciendo listas y publicándolas. De momento, siguen de moda. Pero si te trabajas bien tu blog, vas al grano y ofreces contenido con valor para un público determinado, lo de menos será si lo ofreces con o sin listas. Hay afuera hay infinidad de blogs del montón, y no necesitamos hacerte una lista.